-Ehm, si, no se preocupe, una rebelde pestaña- sonrió,
mientras se levantaba alisándose el
vestido.
-¿O más bien un rompecorazones que vuelve a su vida sin
llamar?- respondió él, ayudándola a ponerse de pie.
Emma lo miró fijamente, intento adivinar si había visto la
escena que hace escasos minutos había tenido lugar en ese mismo sitio.
-No se preocupe no diré nada, pero si algún día necesitas un
hombro para llorar aquí me tienes-le guiño un ojo-o alguien que le dé su
merecido a ese engreído. Encantada de verla de nuevo, es un placer volver a
admirar de primera mano su belleza Sra. Campbell.
-Oh, muy amable, lo tendré en cuenta- se sonrojó- Lo mismo
digo, vuelva cuando quiera, Sr. Di Marte.
Ring. Ring. Un fuerte despertador,
hizo que Emma abriera los ojos. Eran las doce de la mañana. Un caluroso día de
verano. Emma tenía vacaciones, ese mismo día iba a viajar a su amada Roma. A
las dos de la tarde ya estaba lista para coger un taxi que la llevaría al
aeropuerto directamente.Toc.Toc.
-¿Quién es?- pregunto Emma mientras se
recogía el pelo en una coleta.
-Soy yo-respondió una voz masculina.
Emma se dirigió hacia la puerta,
curiosa por ver quién era.
-Oh, hola, ¿Qué hace aquí?-le sonrió.
-Bueno, le parecerá raro, pero desde
hace un tiempo tengo unas inmensas ganas
de cenar con usted, ¿Esta noche a la diez?- le preguntó, mientras
disimuladamente echaba un vistazo a la habitación.
-Lo siento, pero hoy mismo me voy a
Roma, otro día.
-Entonces, me voy con usted.
-¿Cómo? Tendrá muchas cosas que hacer,
y por favor, tutéame-le dijo amablemente.
-En ese caso, Emma, iré a Roma
contigo.
